domingo, 3 de febrero de 2013

19: Hablemos de: Miedos de lector

Comentemos ente nosotros, como amigos, los miedos que tenemos que agradecerle a alguna historia (vista o leída) a lo largo de nuestra vida. Esos miedillos que nos hacen sentir alientos o encender nuestro sensor de persecuciones inexistentes. Si luego de leer los que aquí tocamos, y en la forma en que hablamos de ellos, te permites compartir el tuyo, no dudes en hacerlo. 

LA FIGURA EN EL TECHO: 
Esta figura, puede ser cualquier cosa, viene de un mundo más bien extraño. Una mezcla poderosa de imaginación y coincidencia. La figura en el techo bien podría ser un rostro tan serio que nos hace sentir incómodos o alguna silueta que nos recuerda exactamente a cualquier cosa del pasado que nos hizo saltar o cerrar los ojos de desagradable sorpresa. Quién diría que el pobre techo resulta tan poderoso… 

OJOS POR LA CORTINA: 
Sentimiento recurrente para nosotros los lectores nocturnos, que pasada la medianoche seguimos enganchados y bien pendientes de nuestra lectura en turno, aunque también podría ser de una película en la época adecuada. Ahí, por la rendija de una cortina necia que nunca quiere cerrarse a la perfección, nuestros cansados ojos comienzan a mirar una pequeña sombra que se asoma curiosa, puede que hasta enfermamente pretensiosa. Uno no se quiere ni acercar a cerrarla y esa noche, por alguna razón de cordura, alguna luz debe quedarse encendida. 

 EL MUÑECO SOSPECHOSO: 
Quién no ha creído alguna vez que ese muñeco, que en el día tiene una mirada solícita y de abrazos, allá ente las sobras, esa que le toca de costado pero lo ilumina algo, comienza a tornarse un tanto… furioso. Y uno, yo y quien sea, comienza a mirarlo serio, muy serio, más serio, con miedo, más miedo, y luego horrorizado. Surge entonces la necesidad de alejarlo de tu vista o encerrarlo en un cajón. Porque a esa hora lo deseos de arrojarlo por la ventana son, meramente cubiertos por más miedo todavía. ¿Qué podría hacerme ese simpático muñeco que lleva conmigo desde la infancia? Se preguntarán. Imaginamos entonces garras saliendo de los suaves brazos y ojos repentinamente inyectados en sangre. Pobre muñeco que se supone debería querernos tanto (y nosotros a él). Nos entregó alguna vez toda su confianza y soporto maltratos lealmente como para que nosotros, seres paranoicos sin remedio –y lectores además- le paguemos de esa forma. Mejor tráelo a tu lado y lean o vean algo juntos, ¡nunca es tarde para recordar! (todo sin parecer loco). 

LA LUZ QUE PARPADEA: 
No puede uno depositar su confianza en cosas como lámparas porque en algún momento siempre terminan por fallarnos, o jubilarse. Quien no se haya encontrado en una situación así (de noche, bien entretenido viendo o leyendo, con los nervios de punta por un personaje en una situación difícil, y que se apague la luz de la nada) simplemente tiene mucho que vivir todavía. Coincidencias son coincidencias, lector. No ha venido ningún mago, bueno ni malo, a llevarte a un colegio de magia (en el mejor de los casos), o una pequeña y traviesa criatura del bosque de alguna forma logró colarse en tu casa y ahora se pasea por tu habitación con ideas enfermas y sed de sangre. No, no, no. 

LA MASCOTA INQUIETA: 
Sucede, primero, que tu perro (si es el caso) se pone a ladrar de la nada, tan fuerte como solo hace cuando ve a alguien que no le cae bien –y esa gente normalmente es malvada-. Pero a la mitad de la noche, con el silencio y el frío afuera, la cosa cambia. De gatos yo no sé mucho, supongo que rascarán la ventana o se pondrán a gritar como si alguien les estuviera arrancando la cola o las tripas (cosas MUY preciadas para ellos al parecer). El dichoso animal no se calla, y uno comienza a preguntarse si no es él quien fue poseído por algo en algún momento entrará rompiendo la ventana y se te lanzará al cuello con su filosidad y unos ojos rojos, como no. Caso parecido al del muñeco. Cordura, señores. En el peor de los casos, nos mataría, pero regresaría a la normalidad después. Como buena mascota. La reacción común: Dejar de hacer lo que estabas haciendo, meterte a la cama sin olvidarte de poner algo con lo que puedas golpear a cualquier intruso. Lo normal, pues. 

VIENTOS PREOCUPANTES: 
Cosas que golpean tu ventana: muchas. Pero un viento, bien fuerte y malintencionado, siempre es para sentirse torturado. Le tiemblan a uno hasta los bigotes, pues (aunque yo mismo nunca he tenido). Muchos lectores tenemos la suerte de vivir en lugares de agradables vientos, pero que en algún momento, y cuando somos suficientemente grandes como para darle el significado erróneo, nos encontramos con nuestro viento torturador, chocante y que pone los nervios de punta. “Huzzzgggggggshhhhhh” o algo así. Almas sufriendo, pensará nuestra mente. Aunque al final, el viento no es el que sufre, él sólo es viento, nosotros, todos, alguna vez, no llevamos la peor parte. 

Sea lo que sea y pase lo que pase, una buena varita en la mano y un poco de valentía siempre podrían salir ganando. Todos sentimos, después de todo, y nadie debe avergonzarse de tener miedo, porque si no los tuviéramos distaríamos mucho de ser humanos, y eso, sí que sí, se vería MUY sospechoso… 

*Este artículo podría contener palabras inexistentes y (lo más importante) no está basado en tragedias REALES. 

1 comentario:

Athena Rodríguez dijo...

¡Un post magnífico! Hasta parece que te has internado en las profundidades (?) de mi mente XD

Pero lo que más suele ocurrirme es lo del techo, lo de los muñecos y lo del viento :SSS

¡Saludos!

P. D. >>Inventar palabras<< es una habilidad que no cualquiera adquiere ;)